La ciudadanía se puede definir como "El derecho y la disposición de participar en una comunidad, a través de la acción autorregulada, inclusiva, pacífica y responsable, con el objetivo de optimizar el bienestar público."

lunes, 22 de agosto de 2011

Que no nos la den con queso, parte 2


Enrique Calvet Chambon

Tras ver alguna falacia de ámbito económico que conviene tener aclarada a la hora de moverse en sociedad, veamos alguna “inexactitud” machaconamente introducida en nuestros cerebros de votantes por políticos de poca monta o de poca ética en lo referente a lo que púdicamente se da en llamar “organización territorial de España”, pero que ha devenido en “pervivencia de España”. Cada vez que en este texto se nombre a España se referirá este autor al conjunto de ciudadanos españoles, y no a visiones místicas de ningún ente divinizable. Hablamos del conjunto de personas con, o con derecho a, DNI español.

Una primera dificultad nos enfrenta con la gran batería de manipulaciones malintencionadas que se proclaman sobre el tema, contra todo sentido común, para impedirnos ver la realidad. La obligada brevedad del texto nos impele a escoger tres de las más sonadas, pero hay muchas más...

1/ “España se ha descentralizado, y eso es bueno para el bien común”.

Digamos en seguida que lo segundo es cierto. Una Nación moderna y eficiente cómo debería ser España debe ajustar su dinámica y su gestión a lo que va permitiendo la técnica y los medios de cada momento, por lo que se ganaría muchísimo con una racional descentralización. Y eso fue lo que sucedió, más o menos, hasta 1986, pero fue degenerando. De resultas de lo cual, España no se ha descentralizado, como sería bueno, sino que se ha “recentralizado” de la peor manera. Es decir, en España se han creado 17+1 centros de decisión sobre cualquier tema (¡Incluido temas de política exterior!!!!!), incoherentes entre sí, enfrentados, dedicando energías a desarrollar la fragmentación antes que la cooperación propia de las descentralizaciones (véase el ahínco por encontrar sistemas informáticos distintos, incluso en “las policías” para impedir compartir con otras administraciones). Y, en la degeneración, se ha desarrollado en determinados territorios el culto de unos valores tribales y de lucha permanente contra “el otro”. Es decir, se ha impedido la descentralización benéfica al crear centralismos taifales destructivos. Quién quiera gobernar España realmente a favor de la prosperidad de la inmensa mayoría de los ciudadanos (exceptuemos a oligarquías locales reaccionarias) no es que tenga que corregir esto, es que tiene que darle un vuelco urgente.

2/ “El que quiera cambiar el Estado de las Autonomías no reconoce la España plural”

Esta es una de las mayores estulticias de la historia de la intelectualidad. Primero, habría que preguntarse si quién ha cambiado realmente el Estado de las Autonomías del concepto y del espíritu de la Constitución del 78 no son los que la han prostituido con la boca llena de España plural, y que para ellos es España fragmentada en taifas nada plurales, imponiendo una falsa realidad. (Las Vascongadas y el Principado son tan plurales cómo el resto de las regiones españolas, o más, lo cuál es mucho menos importante para el bien común que lo que nos une, por puro raciocinio). Pero, sobre todo, es evidente que España es, muy afortunadamente, plural, y nadie lo puede impedir. Lo era bajo Argantonio y Trajano, bajo Abderramán y Fernando el Católico, bajo Pepe Botella y bajo Franco. España siempre ha sido plural y lo sigue siendo, es felizmente inevitable. La duda es si lo será en el futuro con la dinámica emprendida. Y no porque sea plural, lo será siempre y eso no lo impide ni el Espíritu Santo, sino porque deje de ser España. Por lo menos España como conjunto de ciudadanos iguales en obligaciones y derechos en cualquier lugar del mundo y de su plural patria. El perverso discurso que se quiere introducir en nuestras mentes es, precisamente, ese, que al ser España plural, no puede ser una unidad política de ciudadanos iguales. Y eso no sólo es falso sino que es delito. Estamos rodeados de naciones más plurales aún que la nuestra, Francia, Alemania,.... Y a nadie se le ocurre suponer que ello acarrea inexorables secesiones. Y por cierto, tampoco se defiende allí que la secesión o el separatismo sean valores democráticos. Son antitéticos. Recobremos el sentido común y la noción del bien común: para defender la España plural, es menester impedir la dinámica que la quiere convertir en taifas monolíticas y antiplurales. Si los próximos gobernantes no se empecinan en recuperar la motivación de lo que nos une, del proyecto colectivo y de los valores básicos de igualdad y solidaridad de todos los ciudadanos ante el espantoso momento económico y sus sacrificios, arrimando todo el mundo el hombro desde su pluralidad pero con conciencia de estar en el mismo equipo, no saldremos con bien de la crisis. A lo mejor ni salimos.

3/ “El Estado de las Autonomías ha sido beneficioso para la prosperidad de España”.

Esta es una falacia que intenta aprovechar dos espejismos: el primer estadio del desarrollo autonómico, en el que las competencias estaban inteligentemente repartidas (¡¡¡recordemos que ni Suiza ha cedido la sanidad!!! Señor Aznar), en el que la descentralización de gestión fue útil, y el ciclo de prosperidad, ahora sabemos que artificial, basado en ayudas europeas, entrada en el euro y bajos tipos de interés. Pero el estudio que está por hacer es cuánto más y mejor -sobre todo mejor- hubiera crecido España sin la dinámica ineficiente fragmentadora, sin desviar recursos a enfrentarnos los unos contra los otros administrativamente, sin perder economías de escala, unidad de mercado, etc... Y, sobre todo, una vez acabado el espejismo, quién no acuda a las elecciones constatando la evidencia, ahora técnicamente indiscutible, de que el Estado actual es deletéreamente ineficiente y de que no hay manera de pagarlo, estará mintiendo, porque no se puede ser tan ciego. Y les dejo maginar el valor moral de los que mienten para asegurarse poder o poltronas, o de los que mienten para cargarse el bien común en aras a su taifa.

En el fondo, esa es la palabra clave: común. Sentido común, bien común, recuperar lo común que nos servirá para avanzar. Y para recuperarlo, deshacernos de engañifas manipuladoras y antidemocráticas, aunque la quieran revestir de ello los aprovechones de turno.


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