La ciudadanía se puede definir como "El derecho y la disposición de participar en una comunidad, a través de la acción autorregulada, inclusiva, pacífica y responsable, con el objetivo de optimizar el bienestar público."

miércoles, 13 de enero de 2010

Joaquín Leguina, escritor

Asturias Liberal

He leído algunos de los libros de Joaquín Leguina y siempre me ha parecido y me parece un magnífico escritor porque maneja (domina) el lenguaje con precisión y elegancia y porque dice, sin tapujos, lo que es de sentido común y quiere decir. Por esto le invité a la Universidad para hablar de su obra literaria. Aceptó. Habló de sus obras de creación literaria. Fue, como persona, un señor correcto y elegante. Y quienes tenían el cuchillo afilado, porque estaban convencidos de que iba a ser sectario, se quedaron con dos palmos de narices como dice el refrán.
Ahora tengo delante un artículo suyo, “El amable estafador”, publicado en La Gaceta, 22 de octubre de 2009. Lo voy a reproducir y a comentar porque me parece interesantísimo. Mejor dicho, lo tengo que reproducir para comentarlo porque no hay otra forma de hacerlo.

El artículo tiene o puede dividirse en tres partes. La primera:

“Félix Millet, el "ciudadano que nos honra", recibió en 2008 este título en presencia de las autoridades catalanas y del Ministro de Cultura y, apenas un año después, «se ve ante la Justicia por haber levantado" del Palau de la Música entre 20 y 30 millones de euros. Pero, claro está, un señor a quien también se le otorgó la “Creu de Sant Jordi"

(Pujól) y la llave de Barcelona (Maragall) no puede ser tratado corno un vulgar ladrón de gallinas. Quizá por eso el juez instructor, Juli Solaz, no ha visto indicios de malversación y ha decidido dejarlo libre con cargos, pero sin fianza. Y yo me pregunto: ¿donde tendrá los ojos este lince?”

Es evidente que en esta parte Leguina pretende dejar muy claro al lector que Millet está considerado en Cataluña como un ciudadano ejemplar, modélico y que por ser ejemplar y modélico ha recibido las más altas distinciones que se otorgan, en Cataluña, a un ciudadano. Pero este ciudadano ejemplar ha “levantado” entre 20 y 30 millones de euros y este hecho, que a otros les hubiera supuesto la cárcel inmediata, a él, por ser ciudadano ejemplar de Cataluña, el juez lo deja en libertad.

Un poco “rarito” todo: lo de la ciudadanía ejemplar en Cataluña y lo del juez de vincular la cárcel no con el delito sino con la opinión que tienen los políticos del sujeto a quien se juzga.

Cosas que pasan en Cataluña.

La segunda parte:

“Aparte de sueldos y dietas millonarias, de bodorrios de hijas y de putas (incluyendo los preservativos), el señor Millet se lo llevaba crudo y aún le sobraba para financiar a los partidos, con especial dedicación al CDC de Artur Mas. Pero este mangante es algo más. Se ha convertido en el paradigma de la Cataluña oficial, gente capaz de rechazar cualquier crítica con el simple exorcismo de la "catalanofobia". Porque los políticos catalanes no responden ante los ciudadanos ni ante Dios ni ante la Historia. ¿Por qué? Porque ellos son Cataluña, la Cataluña eterna.

Millet es, también, él representante de toda esa legión de las familias catalanas (miembros de las "cuatrocientas familias” que, según Millet, son las que mandan en Cataluña: las del Liceo, de la Caixa, del Barca, del Círculo Ecuestre, del Club de Polo...) que fueron franquistas prácticos y pasaron sin cambiarse la ropa a servir al nacionalismo sin hacerle ascos al PSC ("esos chicos que eran progres en su juventud y que hoy nos sirven para que los votantes charnegos no se salgan del redil").”

Esta segunda parte contiene, a su vez, tres apartados. En el primero, Leguina especifica, con desparpajo e ironía, en qué se gastaba Millet lo que “afanaba” del Liceo. Y cita, entre otros, la compra de preservativos y la financiación especialmente de CDC (Convergencia): un angelito.

En el segundo, que es el núcleo y el eje argumental de todo el texto, Leguina explica que Millet es el prototipo y el modelo y el paradigma de la “Cataluña oficial”, una Cataluña que no tiene que dar cuantas ni a Dios porque ellos son soberanos, dignos por definición: “la Cataluña eterna”. Con lo cual, en Cataluña, cualquiera puede robar y cometer las mayores tropelías siempre que se disfrace con el manto de la catalanidad. Lo que se deduce de aquí es que en Cataluña puede que no haya (o sin puede) ni democracia, ni leyes por encima de los políticos nacionalistas.

Grave. Gravísimo todo.

En el tercero se explica meridianamente que Millet es Millet y es la burguesía, la aristocracia y los círculos de poder en los que todo se cuece en Cataluña.

La tercera parte:

“Millet se verá ante los jueces y saldrá de la vida social, pero aún le queda pasta para echar unos quiquis en el piso de la calle Verdaguer i Callí, donde puso, por cuenta del Palau, su nidito de amor mercenario… Y el resto, como en Hamlet, será silencio”.

Esta tercera y última parte contiene la conclusión. Conclusión casi a secas. Pura y dura. Conclusión como sentencia apodíctica, incontrovertible: Que su caso pasará al reino del silencio. Silencio de los corderos. Y la Cataluña eterna seguirá trincando.

Nosotros también concluimos: Que el escrito de Leguina es perfecto en lo que dice y en cómo lo dice. Pero Leguina y otros como él, que hacen las cosas bien, no triunfan. Aquí triunfan otros, los mediocres.

Un desastre.

José María Fernández Gutiérrez

A su dilatada y excelente carrera investigadora y docente une su insobornable actitud en defensa del español y de la libertad en su universidad.

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