«Hay que dilucidar dónde termina el derecho y dónde empieza el abuso, el exceso, el desvarío, el atropello»
AHORA NOS vienen con que tienen derecho a expresarse en su lengua y quieren traductores de catalán, vascuence y gallego en el senado. A 2.166 euros la hora de sesión, multiplicados por las decenas de comisiones que alberga la Alta Cámara y sus interminables reuniones, calculen el montante de la factura. ¡Más madera! ¿Qué demonios les importa a ellos, que viven de chuparnos las venas? No tiran con pólvora del rey, no. Legislan con sangre del contribuyente, que es quien financia sus ocurrencias, caprichos, enchufes, enjuagues, poltronas, chanchullos, mangancias, antojos, pesebres, gatuperios, componendas, momios, prebendas, sinecuras, corruptelas, corrupciones, o como sea que se denominen propuestas del tipo de la que acaban de formular 10 senadores del PSC y 34 integrantes de distintas formaciones nacionalistas cuya voracidad no conoce límites.
«Los derechos no se pueden cuantificar y no tienen coste», sostiene Miren Leanizbarrutia, representante del PNV. ¡¿Cómo que no?! 34.000 millones de euros (una suma demasiado elevada como para convertirla a las antiguas pesetas) nos costó el año pasado cubrir el derecho a recibir un subsidio de desempleo que asiste a todo trabajador que haya cotizado. Otros derechos fundamentales, como la educación, la sanidad o la justicia generan gastos similares, que cargamos sobre nuestras espaldas los pocos españoles que aún tenemos el privilegio de trabajar y, en particular, los que lo hacemos en el sector privado, fuera de la teta del Estado. A ello hay que añadir deberes como el pago de los intereses de la deuda, que se traga toda la recaudación por IVA, o las inversiones públicas, sujetas al mercadeo propio de partidos, como el de la señora Leanizbarrutia, que tienen la costumbre de vender o alquilar su respaldo a los Presupuestos Generales a cambio de partidas destinadas a sus respectivos territorios. Los derechos se pueden cuantificar y tienen coste. ¡Por supuesto! Lo que hay que dilucidar es dónde termina el derecho y dónde empieza el abuso, el exceso, el desvarío, el atropello.
17.032 euros se gastó en diciembre pasado el honorable Josep Lluís Carod Rovira en un viaje de dos días a Nueva York para exponer allí la «estrategia catalana de cooperación multilateral al desarrollo». Un millón había llevado en marzo a Ecuador, a fin de promocionar las lenguas indígenas, y 600.000 a Francia, en el empeño de promover el catalán. ¡Será por dinero!
¿Hasta cuándo seguiremos aguantando tanta desvergüenza? ¿Cuánto tardará el primer contribuyente hastiado en proclamarse insumiso fiscal?
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