La ciudadanía se puede definir como "El derecho y la disposición de participar en una comunidad, a través de la acción autorregulada, inclusiva, pacífica y responsable, con el objetivo de optimizar el bienestar público."

martes, 31 de mayo de 2011

Es el capitalismo, estúpido


EnlaceFuente del enlace: The County Sheriff

Sabía que los antisistema eran liberales pero no conseguía desenmascararles. Quería demostrar empíricamente sus raíces capitalistas y no caía en lo fácil que iba a resultar pararles una trampa. Su filosofía barata iba a rendirse ante la teoría económica más básica, un simple experimento económico iba a delatarles. Vender una cuantas cervezas en Plaça Catalunya sería suficiente. Con posibilidades mucho más atractivas para una noche del viernes (Sutton) y arriesgando parte de mi capital (que no es mucho), decidí entrar en un supermercado para comprar todas las cervezas que encontrase. Era arriesgado, lo sé, pero el capitalista es aquél que sacrifica su tiempo y su esfuerzo en pro de un beneficio futuro, y aquella era, a priori, una buena inversión. No me lo pensé dos veces, la verdad. Compré 600 latas de Estrella Damm y las cargué en el Volvo de mi padre. El coche en doble fila en Ronda de Sant Pere y un reto por delante, demostrar que el capitalismo es el mejor de los sistemas. Con un marketing de baja calidad (“cerveza 1€ amigo”) y un poco de suerte (la grúa no apareció por la zona), conseguí demostrar que Milton Friedman habitaba en las almas de los campistas. Vendí todas las latas en 3 horas. 250€ de beneficio neto.

Ellos todavía no lo sabían pero era el mercado, los libres intercambios entre los agentes, lo que terminaba optimizando el bienestar de los antisistema, felices, con su cerveza fría para pasar una calurosa noche de primavera. Ellos seguían con su tema, defendiendo un capitalismo más justo y un hiperestado que les protegiera y allí estaban los mossos enseñándoles a donde lleva un gobierno con demasiado poder. No acertaban con ninguna propuesta pero, en el fondo, eran capitalistas. Porque los indignados eran felices allí, en medio de su pequeño campamento, sin reguladores que dictaran sus normas. Se organizaban para cubrir las necesidades básicas, intercambiaban esfuerzos en su mercado laboral particular y actuaban libremente sin moralistas que juzgarán sus actos. Ellos decidían gastar su dinero en la cerveza fría que yo les ofrecía y no comprar los pasteles de zanahoria que vendía la vegetariana del monumento a Francesc Macià. El mercado se resumía en esto, la decisión de comprar una Estrella antes que un pudding. Si ahora salía la vendedora de zanahorias criticando el capitalismo, era fácil ver que lo suyo sólo era simple rabia por tener que cerrar su pequeña chabola.

Ellos representaban mejor que nadie aquel mercado que tanto decían odiar, un mercado que maximizaba su utilidad a la vez que financiaba mi futuro iPad. Después del intercambio, todos mejorábamos nuestra situación inicial, yo con mi dinero y ellos con su Estrella, la famosa mano invisible de Smith. Tenía que ir un joven liberal a vender cuatro cervezas en Plaça Catalunya para hacerles ver que lo único que deseaban era un capitalismo libre, sin un gobierno que les molestara. Y mientras seguían defendiendo su comunismo con una cerveza fría en una mano y el iPhone4 en la otra, este humilde economista sonreía satisfecho.

1 comentario:

  1. Sugiero que vayáis al propio blog del Sr. Tubau. Se ha suscitado un debate sobre este experimento.
    Saludos.

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