Como miembro del Comité Económico y Social europeo, no podemos más que alegrarnos de la iniciativa, nacida de la sociedad civil y expresión de una democracia moderna y participativa, que es la campaña estosololoarreglamosentretodos.org. Incluso diríamos que demasiadas veces hemos lamentado la inhibición de los intelectuales. Nuestra muy modesta aportación, en estas breves líneas, pretende ayudar a enfocar los conceptos y evitar confusiones para que la idea se convierta en eficaz y, ojalá, en arrolladora.
A nuestro juicio, la palabra clave, sobre la que no conviene despistarse, es el demostrativo «esto».
En efecto, ¿qué es lo que hemos de arreglar, entre todos los españoles, en este momento? Es importante concretarlo para no dilapidar energías ni caer en espejismos.
A nuestro entender, que en nada compromete a los impulsores de la idea, absolutamente ajenos a este escrito, existen dos enfoques restrictivos a evitar, pues podrían nacer de equivocados diagnósticos y llevar nuestras acciones a resultados mediocres, o, peor, a medios resultados, debilitándonos estructuralmente de cara al futuro.
Lo primero es que no vamos a arreglar, ni juntos, ni separados, la crisis financiera internacional. Que es como decir que lo que nos ha de preocupar es la crisis genuina española, debida a nuestros propios fallos, y en ningún caso a un oscuro contubernio internacional. Algunas cuestiones, entre muchas, son el por qué creamos más paro y más deprisa que ninguno, por qué nuestro déficit público estructural es comparativamente explosivo, por qué hemos roto la unidad de mercado, por qué estamos peor en el informe Pisa, etc... Todos ellos, problemas patrios y de nuestra exclusiva responsabilidad.
Emergencia institucional
Lo segundo es que lo que tenemos que arreglar es una emergencia socio-político-institucional de la que los problemas económico-sociales, terribles, son una consecuencia. Si nos satisfacemos con alcanzar, digamos, una décima de crecimiento del PIB o con ralentizar el crecimiento del paro, o racionalizar algún disparate aislado en nuestro sistema, perderemos nuestras esperanzas melancólicamente, al ver que prolongamos la agonía de lo esencial y recaemos a la primera.
Hay que huir de una gran ilusión peligrosísima, que consiste en creer que, en más o menos tiempo, todo volverá a ser como antes. Nunca será así.
El crecimiento reciente de la economía española no volverá a tener jamás las mismas condiciones excepcionales juntas (fondos europeos, tipo de intereses bajísimos, efecto de la entrada en el euro, largo ciclo positivo internacional y demás...).
Y que, cuando ha llegado la noche, han fallado las estructuras, nuestras estructuras, que son las que tenemos que arreglar entre todos. Es indispensable tener un diagnóstico certero. No se trata de jugar mejor, hay que construir un nuevo campo de juego, porque con el que tenemos ya no podemos jugar en Primera División.
Ahí es dónde debería intervenir el cacareado Pacto de Estado. Es irrisorio hacer un pacto de ese tipo para subir o bajar dos puntos el IVA, o retrasar la edad de jubilación unos meses, por ejemplo. Al igual que tiene delito que ambos temas se conviertan en señuelo político para distracción de masas, haciendo pensar, por unos y por otros, que, de ello, pueda depender la solución a nuestros problemas.
El Pacto de Estado, como fueron los Pactos de La Moncloa, tiene que tocar las estructuras fundamentales para darle un vuelco a un sistema que ha funcionado, pero que ha llegado a su madurez y corre el riesgo de pudrirse y seguir haciendo estragos... A eso estamos llamados todos. O, por lo menos, todos los interesados en el futuro de España y de todos, o de la inmensa mayoría, de sus ciudadanos.
Reformas profundas
Aplicar parches coyunturales que alivien el sufrimiento, o desarrollar aspectos concretos de una política económica, es obligación del Gobierno y debe cumplirla; nunca es objeto de un Pacto de Estado. Pero planteémonos nuestro sistema educativo, tan pobre y, sin embargo, única base real de una futura economía y sociedad boyantes; hablemos de nuestro esperpéntico sistema de Justicia, con toda la inseguridad jurídica que acarrea y que tanto daño hace a la economía y a la moral de la sociedad; analicemos el disparate insufragable en que ha devenido el desarrollo del Estado autonómico, a la luz de nuestro disparatado déficit público y de la imposibilidad de gobernar; enfrentémonos a la paulatina obsolescencia del Estatuto de los Trabajadores, que tantos buenos frutos ha dado; acordemos un modelo energético a 40 años sobre la razón científica y el interés común, y no sobre eslóganes... y así unos cuantos temas esenciales.
Y, entonces, sí estaremos todos llamados a arrimar el hombro para alumbrar una nueva etapa, esta vez sólida, de prosperidad para la sociedad española, toda. Para arreglar el tsunami socio-político-institucional, acudamos todos. Porque, para eso, merecerá la pena sacrificarse, y se encontrarán las ganas y el interés por el bien común de todos los españoles. Y habrá que acudir con ideas, ya no con ideologías.
Publicado el 30-03-2010 , por Enrique Calvet Chambon
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