Necesitamos menos pancartas y más reformas del mercado de trabajo
PACO G. REDONDOPROFESOR DE GEOGRAFÍA E HISTORIA Un desliz o filtración interesada en el Instituto Nacional de Estadística (INE) ha permitido conocer con antelación que la tasa de paro creció en el primer trimestre del año hasta superar el 20% de la población en edad de trabajar: la Encuesta de Población Activa del primer trimestre de 2010 recoge que el número de parados en España era de 4.612.700 personas al cierre de marzo, es decir, 286.200 más que a finales de 2009 (4.326.500).
El presidente Zapatero ha asegurado, además, que el paro «ha tocado techo»; El 28 de junio de 2009, Zapatero también dijo que «lo peor del paro» había pasado ya. Lo hizo en una entrevista concedida al suplemento semanal del diario madrileño progubernamental. Más ponderada, Maravillas Rojo, número dos del Ministerio de Trabajo, ha señalado: «Se mantiene la tendencia a la desaceleración en el crecimiento del paro».
Aunque sea sólo una encuesta los datos son muy preocupantes, y eso en parte maquillados. El ex ministro de Trabajo, Jesús Caldera, un mes antes de las pasadas elecciones generales de marzo de 2008, sacó de los registros de desempleados a las personas que acuden a cursillos de formación y los catalogó como demandantes de empleo no ocupados, como tampoco figuran los desempleados «con disponibilidad limitada» o con «demanda de empleo específica»; suman otros 500.000.
Ya sabemos que la evolución de la economía es cíclica y está condicionada por el contexto internacional, si bien las características propias de la nación y la política económica aplicada pueden mejorarla o empeorarla. España pasó por una década de gran prosperidad, de 1996 a 2006, con la creación de 6 millones de puestos de trabajo (población activa de 14 a 20 millones) y la llegada de 4 millones de inmigrantes.
En el caso español la construcción, la industria, el comercio y el turismo son las 4 patas básicas del crecimiento de nuestro PIB, valor de la riqueza anual producida de bienes y servicios. En el lado negativo tenemos el hundimiento de la burbuja inmobiliaria y el gran déficit presupuestario anual, y en el positivo la reducción de nuestro déficit comercial y la incipiente recuperación USA y europea.
Un primer gran error fue no querer prevenir la crisis (a quienes pedían medidas se les tachaba de «antipatriotas»), y otro tardar en tomar medidas impopulares, alguna aún pendiente como la flexibilización del mercado de trabajo. Se ha preferido ir de simpático y de gastador a administrar con rigor y resolver los problemas; a medio plazo tendremos más déficit y más problemas, y menos política social y más crispación.
Pintan bastos para el sur de Europa, con Grecia en bancarrota y Portugal, España, Irlanda e Italia tratando de capear el temporal. Aunque nuestra deuda pública acumulada a través de los años es la mitad de la italiana, nuestra productividad es inferior a la media europea. Lo que necesitamos es menos burocracia y pancartas contra el paro y más facilidades, así infraestructuras y contratos flexibles, para invertir en sectores productivos.
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